sábado, 2 de diciembre de 2017

Copenhague sobre las aguas (II)

Esta parte de la ciudad está llena de rincones cargados de historia, que pueden conocerse y disfrutarse gracias al free tour por el Copenhague histórico.

La Bolsa es un precioso edificio renacentista de color ocre construido en 1620, siendo la más antigua de Europa en funcionamiento y habiendo comenzado su andadura bajo el reinado de Christian IV.

Está coronada por una cúpula formada por las colas de cuatro dragones enroscadas entre sí. Es, quizás, el edificio más curioso de Slotsholmen.


El edificio principal de Slotsholmen es el Palacio de Christiansborg, hoy convertido en oficinas ministeriales. Conviene atravesar sus arcadas hasta llegar al amplio patio, donde en ocasiones se pueden ver caballos y carruajes. En el centro se erige la estatua ecuestre del rey Christian IX.


El palacio fue construido en 1730 por Christian IV sobre los cimientos de una fortaleza. Sin embargo, a finales del siglo XVIII ardió casi por completo y el palacio siguiente también se quemó en 1884, por lo que el actual data de 1907.


En una de las alas de Christiansborg se ubica el Folketinget o Parlamento danés. Tanto durante el verano como los domingos invernales se pueden visitar la Cámara y el Salón que contiene el documento original de la Constitución danesa. Evidentemente a esa hora no estaba abierto...




Bicicletas por todas partes y de todos los colores ( !cuidado con el sagrado carril bici!).


Pasamos por delante del Museo Nacional.






Y lo que más lástima me dio no poder visitar, la Glyptotek.

La Gliptoteca (significa colección de cultura, en griego), inaugurada en 1897 por Carl Jakobsen (hijo del fundador de la empresa de cervezas Carlsberg), fue creada para albergar su importantísima colección privada de arte antiguo, compuesta sobre todo por esculturas egipcias, romanas, etruscas y griegas, así como bajorrelieves sumerios, asirios y persas. Esta colección escultórica es hoy en día una de las más importantes del mundo.

 Otra de las entradas de Tívoli.

Y la principal, a la que nos dirigimos para entrar.


La entrada fue saladilla. Unos 7 euros por persona. Y es sólo entrada, sin subir a ningún aparatejo. Al principio te quedas con la mosca detrás de la oreja, pero según vas descubriendo todos los mágicos rincones y lo bien cuidado que lo tienen das por bien pagado el rato que estás dentro disfrutándolo.
Los adornos orientales son parte fundamental y vida del parque.

Como este teatro chino, donde hacían una representación del Lago de los Cisnes para niños..


 Detrás del teatro encontramos esta pajarera.

El parque se construyó a mediados del siglo XIX, y conserva ese encanto especial de los lugares de otras épocas que continúan cumpliendo su función.


Aunque hay algunas atracciones modernas, no es precisamente ése el principal atractivo del parque. No es un recinto para los que buscan grandes subidones de adrenalina. El atractivo está quizás en combinar lo antiguo y lo actual, y en ofrecer un espacio para todos: grandes y pequeños.



Lo mejor, en mi opinión, es planificar el comienzo de la visita por la tarde, antes de que anochezca, para poder apreciar la transición desde los colores naturales al ambiente romántico de la iluminación nocturna.


 Podemos dar de comer a estas hambrientas carpas..

 Originales composiciones florales


 Animalitos por todas partes, muy bien alimentados.

Uno de los rincones más bonitos y fotografiados.


 Para los más nostálgicos...

 Para los amantes de las emociones fuertes...




El famoso Pabellón Japonés, que sirve comida oriental...




Y su lago con las barquitas para remar un rato...


 Hay que tener en cuenta también que si tenemos pensado cenar en Tivoli hay que hacerlo no más tarde de las ocho, ya que a partir de las nueve los restaurantes dejan de servir platos calientes y algunos de ellos cierran directamente, algo que puede descolocar un poco.
Esta es una de las múltiples areas de comida ( asiática, hot-dogs, hamburguesas, gofres..)





 Sala de Conciertos y Acuario.

 Un concierto en el Pabellón de la Armonía

 Para los que quieran rascarse un poco el bolsillo pueden probar en el barco-restaurante situado en un pequeño lago interior. Lo publicitan como un restaurante familiar.

 La consabida estatua a Hans Christian Andersen...

 Aquí empieza otra zona de restauración y tiendas. Otra opción es ir 'de tapeo', pero a la danesa, probando los típicos smorrebrod, platos fríos muy apreciados por los daneses.



Esta galería de tiendas era particularmente atractiva.




Los jardines y paseos crean un ambiente muy especial, quizás precisamente por el hecho de conservar ese 'algo' del siglo XIX. Es un sitio romántico a pesar del bullicio y las atracciones tranquilas invitan a compartir un rato agradable.


Y por supuesto, Tivoli es un sitio alegre y destinado a la diversión.


El acceso a la mayoría de las atracciones no va incluido en el precio de entrada al recinto. Hay un sistema de tickets y bonos para las atracciones que llega a ser un quebradero de cabeza al principio y puede ocurrir fácilmente que después de hacer cola en una atracción tengas que volver atrás para comprar el número exacto de tickets / bonos... Así que paciencia.
Este precioso restaurante tiene una estrella Michelin. En el parque hay dos galardonados.





 Otro habitante del parque...

Y no me podía ir sin conseguir la imagen que guardaba en mi memoria de los libros de viaje que leía de pequeño.


 Ya era tarde ( las 11) y fuimos a cenar algo rapidito al Burger King que está enfrente de la entrada principal y a dormir, que había que madrugar.

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