lunes, 6 de abril de 2015

La Gran Suiza (VI)

Y nos vamos a Lucerna
Nuestra primera parada es un maravilloso puente.
Quizá no me equivoque cuando digo que Lucerna tiene el puente de madera más bello y más famoso del mundo.
No, estoy completamente seguro.




Desde cualquiera de los ángulos que escojamos para admirarlo, la espléndida escultura se empeña en regalarnos su mejor perfil, su más hermoso rostro, su empaque medieval que parece desafiar a los siglos, a los fuegos y a las tormentas.






Símbolo absoluto de la ciudad, ha sobrevivido a todo tipo de desastres a lo largo de su historia, incluido el fuego que casi lo consume en 1993 y del que todavía quedan restos para que los visitantes puedan ver en que estado quedaron las pinturas tras el aparatoso incendio.










Es más antiguo que la Reconquista española, ya que data de la primera mitad del siglo XIV como parte de las fortificaciones de la ciudad y su nombre le viene de la capilla de San Pedro, que está muy próxima a una de las entradas del puente.




Sin embargo las pinturas no son tan antiguas, porque se añadieron en el siglo XVII e ilustra escenas de la historia de la propia ciudad y del país, incluyendo la biografía de los santos patronos de la ciudad, Leodegardo y Mauricio.
Bellamente adornado con flores y siempre en perfecto estado de conservación, estará para siempre unido a la Wasserturm o Torre del agua, que en su tiempo fue archivo, tesoro, prisión y cámara de tortura, ya que juntos constituyen el monumento suizo más fotografiado y sin duda de los mas hermosos.




Paseemos un poco por la ciudad...






Es realmente hermosa. Una ciudad que enamora desde que se pone el pie en cualquiera de sus calles o de sus plazas; desde que se navega en su lago o se reza en sus iglesias, desde que se compra en sus mercados o se disfruta en sus galerías de arte.




Lucerna es Suiza. La ciudad, el lago, las montañas. Tiene todo lo que puedas esperar de una ciudad única e incluso ofrece más de lo que puedes imaginarte: la más rabiosa vanguardia, los museos, los teatros, el maravilloso y elegante barroco que se une a un renacimiento con un toque muy suizo, con una libertad artística que se ve aún hoy en día en cualquier fachada de la ciudad, en los escaparates de las tiendas, en la manera de vestir de sus gentes, plenas de elegancia y clase...


Lucerna es un casco histórico original, de fachadas esgrafiadas y pintadas, de altas iglesias barrocas, de mercados llenos de color, de rincones únicos.
Lucerna es el Lago de los Cuatro Cantones, donde los amaneceres y los atardeceres son únicos e irrepetibles, donde navegar es un placer de dioses.


Lucerna es la carta de presentación de Suiza, su preciosa y bella cara al mundo.

La Colegiata e Iglesia Parroquial de San Leodegar
Con dos preciosas torres , que forman parte indisoluble del paisaje de Lucerna, un poco alejada de los circuitos turísticos aparece esta preciosa y elegante iglesia barroca.




Está edificada en una pequeña colina que la hace sobresalir entre las casas del barrio que la rodean y le dan un aspectos más preponderante, más teatral.








Entremos para disfrutar de los magníficos altares y adornos barrocos, góticos y renacentistas. Porque a pesar de tanta mezcla de estilos, el templo tiene una armonía, unas proporciones y un encanto realmente especiales.




Fijémonos por ejemplo en la delicada Piedad, que sobrevivió a un pavoroso incendio en 1633 y que constituye un ejemplo de la particular visión suiza del Gótico escultórico, ya que no son dos figuras solamente, sino que forman un grupo de 7. Una rareza.




Veamos también el altar principal, hecho en mármol blanco y gris con delicados detalles en alabastro de una elegancia total, o el fabuloso órgano que data de 1648 y que se considera entre los más grandes y pesados de Suiza.
No salgamos del templo sin acercarnos al Altar de la Asunción, sin duda el rincón más hermoso de la iglesia ya que el grupo de los Apóstoles que rodean a María en su lecho de muerte es de una belleza poco común.




Ya fuera, paseemos por los terrenos que fueron en su día propiedad del monasterio de San Mauricio y donde podemos ver los restos de la iglesia original que ardió en 1633 y que precedió a la actual.




Pero mi atención, como siempre, se desvía irremediablemente al cementerio... Allí yacen los restos de las grandes familias y personalidades de Lucerna, todos aquellos que tienen suficientes méritos o dineros para ser enterrados en el muy sagrado terreno del monasterio, que aún sigue siéndolo.




Hasta el camposanto tiene una elegancia, un orden y una limpieza que sólo se puede encontrar en Suiza y que le restan ese aire tétrico de otros cementerios, convirtiéndolo más en un jardín, en un parque.








Seguimos el recorrido..




La plaza del maíz
El ayuntamiento es la estrella del espacio que constituye la plaza de Kornmarkt, quizá uno de los espacios más bonitos y más originales de la ciudad antigua de Lucerna.




Formada por un grupo de grandes casas del siglo XVI, de clara inspiración renacentista italiana combinada con el severo gótico alemán y supervivientes del pavoroso incendio que en 1833 casi asola por completo el barrio norte de la ciudad de Lucerna, hoy presenta una cara totalmente renovada y de lo más actual.




El Kornmarkt se remonta a 1356, y como su nombre indica, era el lugar de la ciudad donde tenía lugar el mercado de grano hasta bien entrado el siglo XIX.


Tal y como vimos en Berna, el grano se almacenaba en la planta baja de la Casa Consistorial, con lo que el gobierno de la ciudad tuvo desde siempre el control absoluto de parte de la distribución de alimentos en la ciudad. Felizmente, hoy, el edificio está siempre muy solicitado por las parejas suizas y foráneas para celebrar sus matrimonios en sus suntuosas salas.¡ La pena es que no pude entrar!




Los sábados se celebran en la plaza los mercados semanales, y los domingos y algunos días señalados en verano, tiene lugar un rastro que es reconocido en todo el cantón de Lucerna como de los más interesantes.




Una de las cosas que más me llamaron la atención fue las fachadas de las casas, que más parecen lienzos donde los pintores dieron rienda suelta a su imaginación, y donde tienen cabida desde imágenes de leyenda medieval, a episodios de la historia de la ciudad o algún que otro grafitti (de calidad) muy atrevido.




Bajando por el ayuntamiento, que da al río y cuyas arcadas cobijan un suculento mercado de quesos y pescados, encontramos toda la esencia de la Lucerna mercantil: un paseo que lleva por toda la ribera donde se dan cita todo tipo de mercaderes y mercaderías.

El actor secundario
Si, como en las películas. Porque claro, teniendo tan cerca al famoso Kapellbrücke, tan mimado y fotografiado, el pobre Speuer, sólo puede aspirar a ser un segundo plato en la mirada de los turistas.




Y no es justo. Como adalid de las injusticias debo romper una lanza en su favor y decir que si no es tan bello como el otro, si que tiene tanta historia e importancia como él.
Y las razones son varias.




La primera es que es casi tan antiguo, ya que data de 1408 y sólo ha necesitado desde entonces una gran renovación en 1889. Desde entonces, salvo alguna que otra reparación propia y necesaria debido a los materiales perecederos con los que se construyó, nadie lo ha tocado.




La segunda es la serie de pinturas que lo decoran, como a su hermano, en forma de paneles triangulares. Pero aquí encontramos una serie de representaciones de la Danza de la Muerte de lo más tétricas e interesantes.




Ocurrió que en 1349, la Peste Negra que asoló Europa llegó a Suiza. Los intercambios comerciales de grano en grandes sacos, donde viajaban las ratas, cuyas pulgas eran las mensajeras de la muerte, hicieron que la pandemia se extendiera de forma brutal. Nadie estaba a salvo de la Muerte Negra. La primera aparición de la peste coincidió con un terrible terremoto que asoló Italia desde Nápoles a Venecia, dejando un rastro de destrucción que colaboró a aumentar la psicosis de fin del mundo.




Todos estaban condenados, o eso pensaban, así que la razón única que encontraron fue que la Peste era un castigo divino. Era lógico que la ausencia aparente de una causa material diese a la epidemia una cualidad siniestra y sobrenatural, de modo que por toda Europa surgieron leyendas que simbolizaban a la peste en la forma de una doncella que entraba en las casas para llevarse a sus habitantes.
Y eso fue lo que hizo el pintor Kaspar Meglinger en los paneles del puente, simbolizar a la Muerte como la gran visitadora, la que no hacía distinciones de clase, de dinero, o de valores. Se los llevaba a todos en una especie de danza macabra que fue acabando con un tercio de la población europea.




Así que puede ser que este puente al que también se llama " de los molinos", tenga mucho más que contar que su famoso hermano. Les invito a recorrerlo con mucha calma. Pero vigilen sus espaldas, nunca se sabe cuando puede aparecer La de la Guadaña....

El mercado del vino.
Si tuviéramos que buscar el corazón de la antigua Lucerna, sólo tendríamos que acercarnos hasta Weinmarkt para encontrarlo, latiendo fuerte y robusto, como si no hubiera pasado el tiempo. Y eso que no es joven precisamente, ya que desde 1300 ha sido la plaza principal de la ciudad.




No es por que sea grande, ni porque en él se sigan celebrando grandes ventas de vino, ni siquiera por la preciosa fuente ( aunque copia de la original) que se encuentra en su justo centro.




Lo que le da su encanto es más bien el grupo de preciosas casas que lo delimitan, que lo arropan, todas ellas de los siglos XV y XVI con unas preciosas y únicas fachadas pintadas que son un poco posteriores( siglos XVIII y XIX) pero no por ello carentes de valor histórico, estético y artístico.




Especialmente hermosas son la Weinmarktapotheke, la farmacia más antigua de la ciudad ( 1530) y la casa del gremio de carniceros.




Pero el resto de las fachadas también tienen su historia y su belleza, así que miremos detenidamente y no nos perdamos detalle.






Aunque si nos quedamos con ganas de más, la guinda del pastel la pone la poderosa torre que guarda una de las esquinas y desde donde se puede disfrutar de unas vistas únicas de la ciudad de Lucerna.

La iglesia de san francisco javier
Parece que queda de espaldas al río, a la ciudad, aunque en teoría y en práctica forma parte indisoluble de ella y mucho más, es uno de los elementos más hermosos del centro histórico y turístico.




Por eso no entiendo que muchos visitantes de Lucerna pasen de largo por ella, como si no tuviera importancia, como si fuera un edificio más, otra iglesia, otro templo.




Quien no la conozca, no podrá disfrutar de esta maravilla del barroco jesuítico que tiene ya 350 años y que puede que sea, por lo menos para mí, uno de los edificios religiosos más elegantes de Suiza.




Entiendo que por fuera no impresione mucho, ni por su tamaño ni por su color, blanco puro. Pero no se puede negar la delicadeza de su preciosa fachada que contrasta con el oscuro río y refleja el sol del amanecer como una lámpara que irradia luz a todo lo que la rodea.




De acuerdo, coincido en que gran parte de su belleza está en el interior, como en muchas de las personas a las que sólo conociéndolas somos capaces de dejar de lado su cáscara y meternos dentro de ellas.


Valoremos pues su distinción y la gracia de su profusa decoración barroca de ocres y dorados sobre el níveo fondo de sus paredes y cubiertas, los frescos que llenan las amplias bóvedas y que fueron realizados por los hermanos Torricelli, los preciosos, por su belleza y la riqueza de sus mármoles, altares o los púlpitos que montan guardia de fe a los lados del templo.
No cuesta mucho cerrar los ojos ver a nobles y pueblo compartir sus horas de plegaria bajo un mismo techo. Eso sí, el pueblo abajo y los nobles en las tribunas (que todavía hay clases), o imaginar cómo vieron y vivieron su fe los jesuitas que permanecieron en una Suiza que se tornó protestante y que los respetó, a diferencia de los que tuvieron que irse a las misiones de Sudamérica.
Por toda esa historia, por la belleza, por la luz y por las sombras, por los mármoles y los oros, por la vida.. Por todo ello debemos buscar esta iglesia, que se halla justo enfrente del famoso Kapellbrücke y disfrutar de ella, aunque sólo sea por unos minutos. Vale la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario