lunes, 2 de diciembre de 2019

El maravilloso mundo de los cruceros (XXIV) Blue Moon (actual Azamara Quest)

La desgraciadamente hoy desaparecida compañía Pulmantur, fue durante muchos años referente para los cruceristas españoles, sobre todo para aquellos que probaban esta modalidad de vacaciones y viajes por primera vez. Vaya desde aquí mi pequeño homenaje a un buen hacer que siento en el alma ver desaparecer, junto con los hermosos barcos que tantas y maravillosas experiencias brindaron.
En aquel entonces, la compañía incluía en el precio del crucero un vuelo que casi literalmente te ponía en las escalerillas de acceso al buque, que en nuestro caso estaba atracado en Aruba.

En una pequeña terminal te reciben con un jugo de frutas fresquito y te indican a qué mostrador dirigirte, dependiendo de si perteneces a un grupo o vas de manera individual.
Te recuerdan que debes tener rellena la documentación que te han dado en el avión, así como la que te han dado en la agencia.
En este momento de la llegada es cuando empieza el personal del departamento de fotografía a grabar videos y luego te verás continuamente en el canal del barco haciendo el check in una y otra vez.
Una vez que te dan la tarjeta del barco, que llevaría durante mucho tiempo en mi cartera, te diriges a la pasarela a embarcar.

Ya arriba, y tras pasar por primera vez la tarjeta y el equipaje de mano por el scanner, te recibe una fila de miembros de la tripulación que se van turnando para enseñar las habitaciones a los pasajeros.

La habitación que tenemos, una exterior, es la 4047. Esta muy bien, con unos armarios inmensos, de los que me sobran cajones y puertas, una cama enorme, un sofá, un baño un pelín pequeño, pero eso si, con vistas al mar.
Para ir aligerando en los trámites, fuimos a Recepción para registrar la Visa para los cargos. Hubo gente que dio una entrega a cuenta de la que se le irían restando los cargos por los diferentes servicios.
Después de una duchita a ver los camarotes de los compañeros y a investigar un poco.

Lo primero a reservar plazas en el jacuzzi privado. Para ello vamos a la cubierta 9, pasando por la piscina, hacia proa, a la izquierda del bar. Pasamos la puerta y siguiendo de frente encontramos a la izquierda la sala de Internet y luego la guardería del Club Tibu. Llegamos a la zona de Spa, donde Jackie, la recepcionista nos informa de las condiciones.

Por 75 euros, un bono a nuestro nombre nos permite el uso desde las 10 de la mañana hasta las diez de las noche, de manera ilimitada del Jacuzzi en cubierta de proa, bastante grande y con auténticos chorros de burbuja ( a diferencia de los de las piscina que son solo bañeritas con agua que se mueve), baño turco y camarero privado.
Al principio habíamos dudado, pero hubieron dos razones que nos hicieron pensar en lo acertado de la elección.

La verdad es una gozada llegar de las excursiones y tomar tu jacuzzi con tu roncito con piña, con tranquilidad y en SILENCIO, sin voces, sin animaciones y prácticamente solo para ti. Las tumbonas son de madera y acolchadas aparte de reclinables. El día de navegación la piscina estaba hasta la bandera, y lo más importante: el último día en Aruba, en el que hay que dejar las maletas fuera a las 7, dejamos el equipaje de mano y al volver lo recogimos y nos duchamos tranquilamente en el baño del jacuzzi.

A continuación fuimos a hacer las reservas de las excursiones, pensando en que como ya sabíamos las que queríamos hacer, podríamos reservarlas todas de una vez.
Pero no fue posible, ya que sólo dejaban reservar las del día siguiente de Curaçao y las de Isla Margarita.

Como pensábamos hacer la de Curaçao por libre, reservamos solamente de la Isla Margarita, que después la explicaré largo y tendido.

Después de esto queríamos ir al jacuzzi un rato, a relajarnos, pero como era un poco tarde, las 9.30, decidimos ir a la piscina a tomar un roncito y luego ir a cenar.
Y eso hicimos. La primera noche no se requiere ningún vestuario especial, es informal y puedes cenar a la hora que quieras.



Nosotros fuimos al buffet Panorama, que está en popa, cubierta 9.
Debo decir, que no se si es que nosotros somos poco exigentes o que este era nuestro 2º crucero, pero la calidad y cantidad de la comida nos pareció excelente.



Yo me he movido bastante por el mundo y puedo decir que se puede comparar perfectamente en cuanto a calidad, con las de los hoteles de las mejores cadenas, e incluso en muchos casos las supera.
Todo muy al gusto español, y variado. Paella, churros, leche frita, ensaladas, gazpacho... en fin, de todo.
Después de cenar tomamos posesión del que iba a ser nuestro centro de operaciones: Los sillones del Hall de tiendas.



A quien le guste el trasiego de ver pasar gente no debe escoger otro sitio.
Además de ver a todos los pasajeros que van a cenar, podemos tomarnos un roncito mientras charlamos.


Como era un poco tarde y veníamos muy cansados, aparte del jet-lag, decidimos retirarnos, no sin antes pasar por la disco Horizons a ver como estaba el ambiente.
La música está bastante bien, 70% española, con DJ Rodrigo, o RO.

 Esta noche es la noche tropical.
Vamos a cenar decentitos y luego a descontrolarnos, que va a haber jaleo.





Después de los deliciosos manjares, a cambiarnos .Están repartiendo collares de papel de colores en el salón cabaret. ¡A por ellos!!
Nos vestimos con los pareos, las camisas de Barbados, los collares, el moreno caribeño.. y ganas de disfrutar.
La fiesta es en la piscina, el tiempo está de miedo, no corre ni pizca de aire y hace calor.













Hay un buffet de frutas montado en la entrada del Panorama. Es muy bonito y está muy trabajado. Sensacional.
Al día siguiente, a la hora acordada comenzamos el desembarco, y empieza la tragedia.
Desde recepción se oían los llantos, muchos besos, caras tristes, intercambios de direcciones de mail.
En la puerta nos despide el director de crucero Frederic y nuestro camarero Leo.
Bajando por las escaleras vemos en formación a un representante de cada departamento del barco, un cocinero, un camarero,...
Nos despedimos de los chicos de facturación y después vino Reme con su marido Felipe, que es el Gerente de Restaurantes.
Le cantamos "Cuando un amigo se va". Se nos echa a llorar y Felipe se tiene que ir, de la emoción.
Nos da las gracias mil veces y nos pide que no cambiemos y que quiere vernos de nuevo. 
Nos acompaña hasta el autobús y se va llorando, luego se viene a despedir Jeannete de Animación.
En fin, todos.
Cuando el autobús está lleno nos vamos al aeropuerto.
Después de un par de horas de espera, facturamos y embarcamos. Lo mejor del vuelo: las azafatas, al ver que llevábamos la camiseta con lo de Pullmantur Crew, pensaron que éramos tripulación del barco, es decir, compañeros de trabajo, y nosotros no se lo negamos. No nos faltó nada durante las 8 horas de vuelo.
En fin, a la vuelta lo de siempre: Depresión, caras largas...

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