lunes, 2 de junio de 2014

Exótico Marruecos (II)

Y al día siguiente, a mediodía, empezamos el circuito. A mí me había parecido raro, ya que normalmente el primer día te hacen levantar muy temprano para aprovechar, recoger otros clientes de hoteles distintos...A mediodía...rarísimo...Pero de cualquier manera llegamos a Casablanca y fuimos a ver su más impactante monumento, la Mezquita de Hassan.

La verdad es que el minarete impresiona...


Por estas puertas entran los fieles. El templo, realizado por el arquitecto francés Michel Pinsau, fue inaugurado el día del nacimiento del profeta Mohammed, en el año 1993, y la financiación de la obra fue por suscripción pública.

Cerca de 2 mil millones de francos fueron recaudados, el resto fue aportado por empresas, particulares y el tesoro real.


La designación de Casablanca como sitio de construcción fue decidida por el rey Hassan II, ya que, según sus palabras, la capital del poder económico debía de poseer un emblema que la distinguiera sobre las demás poblaciones del país.


Se supone que íbamos a visitar la mezquita, pero cuando llegamos estaba ya cerrada. Uuuuuuhhhh fallo de organización.  Así que el guía decidió visitarla a la mañana siguiente pero nos dejó un tiempo para fotografiarla con la tormenta que se aproximaba como fondo.


El versículo del Corán: "Y su trono se construirá sobre las olas", fue el que inspiró al monarca Hassan-II, para la elección del lugar donde debería edificarse la mezquita.


La idea de erigir la obra fue tomada por el rey en el año 1986. O sea que es bastante jovencita.

El exterior de la mezquita ocupa cerca de treinta mil metros cuadrados y puede albergar a unas 90.000 personas.


El pavimento esta realizado con mármol y granito. Las puertas de entrada al templo son de cobre y estaño, y las fachadas están cubiertas de mármol esculpido, pulimentado y mosaicos tipo "zellige".

Seguimos la visita en el interior, aunque con una calidad fotográfica pésima, ya que mi cámara de esa época era muy normalita y no valía para interiores.

 Para construir esta impresionante mezquita, tuvieron que destruir dos barrios enteros, que fueron trasladados a las afueras de Casablanca. Se construyó en 6 años y trabajaron más de 12.000 personas.

Las entradas valen 12 euros y te incluye la visita con guía en español.

Si eres marroquí o tienes algún carnet de estudiante, tercera edad o de discapacidad cuesta 6 euros. Si eres creyente, en la hora de culto por supuesto no se paga.

No es obligatorio llevar un foulard en la cabeza en el caso de las mujeres, pero si vamos con tirantes tendremos que comprarnos uno para taparnos los hombros, ya que es un lugar de culto. Los hombres no camisillas de tirante ni pantalón corto.

Las lámparas que iluminan la mezquita, pesan más de 1500 kilos y son de cristal de Murano y Bohemia.

Es el templo más alto del mundo (el láser del minarete de 200 metros puede ser visto desde varios kilómetros), y el segundo más grande (después de la mezquita de La Meca). Cuenta con las últimas tecnologías como resistencia a terremotos, suelo con calefacción o puertas eléctricas. Es de las pocas mezquitas que permite la visita a los turistas no musulmanes.

En el interior, 76 pilares sostienen un gigantesco techo en madera de cedro pintado, que puede abrirse, dejando que el cielo se refleje en el agua del estanque del patio.
Sala inferior para las abluciones con decenas de fuentes espectaculares en mármol blanco que se ponen en marcha solo en los días festivos (quien quiera lavarse, o lo hace en casa o lo hace con los grifos que cuelgan en la pared de la sala).

Nos explica la guía que aun siendo un pueblo creyente, no todo el mundo en Marruecos es practicante, y de los practicantes no todo el mundo reza las cinco veces.

Dice el Corán que si estas trabajando o si estas con otra ocupación, puedes posponer el momento del rezo hasta que estés libre, de manera que muchos marroquíes practicantes solo rezan por la noche cuando llegan a casa tras la jornada de trabajo ( ¡aunque igual también veremos a algún taxista parado en medio de la calle con su alfombra rezando y el coche en marcha! )

Estas dos imágenes son las piscinas exclusivas para las mujeres.....

Rabat.
Después de dar un paseo de despedida por Casablanca, y rotas mis expectativas de ver el interior del Rick's Café, nos encaminamos a Rabat, una de las capitales imperiales.
El Dar al-Mahkzen es el palacio real y sede del gobierno de Rabat. Es un edificio reciente y desde 1864 se erigió sobre las ruinas del antiguo palacio.

Ante la puerta de palacio se extiende Méchouar, plaza en la que se celebran los principales festivales en honor del Rey. Mohammed VI no vive en el Palacio Real, pero no es posible visitarlo, sólo desde fuera.

Rabat, capital administrativa del país, a una hora y pico de camino al norte de Casablanca, es otro mundo. Blanca, cuidada, limpia, silenciosa. Es una ciudad pequeña y señorial y la cuarta ciudad imperial en importancia. Llena de ministerios y gente con traje y corbata, parece que hemos cambiado de país.

Llamada la Ciudad Blanca (Fez es la ciudad roja, Meknes la ciudad ocre y Marrakech la ciudad azul), con sus 900000 habitantes (incluida Sale) es la segunda ciudad de Marruecos. Rabat fue elegida capital del país durante el protectorado francés.

Cerrado a las visitas, el palacio y sus exteriores son una ciudad en si mismos, con sus murallas y las casas de los sirvientes y trabajadores del palacio a las afueras de la casa real. Cuatro tipos de guardia diferente vigilan las entradas (policía, guardia real, guardia del gobierno y policía secreta) y nos impiden acercarnos mucho a la puerta

En Rabat no hacíamos noche, así que había que aprovechar muy bien el tiempo. En las afueras vimos uno de mis lugares más esperados: La Torre de Hassan y el Mausoleo de Mohamed V.


El mausoleo de Mohammed V es el monumento más emblemático de la capital marroquí. Está en la vecindad de la mezquita Hassan, y alberga la tumba de Mohammed V, el padre de la independencia de Marruecos.

Mohammed V permanece muy querido de los marroquíes, lo estiman mucho. Quería tanto a su país y a su pueblo, que durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Marruecos era una colonia francesa, y los judíos marroquíes, como los judíos de Francia, tenían que ser deportados a los campos de concentración, este rey musulmán dejó saber que ya que los judíos eran igual de marroquís que los demás. Si los mandaban a los campos lo tendrían que mandar a él también. Al final no mandaron a nadie y los judíos vivieron, con lo que evitó la muerte de miles de personas. El Mausoleo de Mohamed V contiene las tumbas del rey de Marruecos y sus dos hijos, el que luego sería el Rey Hassan II y el Príncipe Abdallah.

El Mausoleo es una autentica obra de arte marroquí tradicional, con lujo y refinamiento por doquier, todo esta realizado con materiales nobles.


Sala del sepulcro
En esta sala reposa Mohammed V.
En el centro, un sarcófago esculpido de una única pieza de ónice blanco proveniente de Pakistán, descansa sobre una losa de granito y está orientado hacia la qibla. Es una joya del arte Islámico. El pavimento, de ónice y granito azul oscuro tiene un aspecto tan límpido que parece un manto de agua. Una gran araña suspendida de bronce mide 2,30m de diámetro y pesa una tonelada y media. La cúpula, de 12 lados, mide 24m de alto, y es una obra maestra de la ebanistería marroquí. Rodea la estancia una galería-balcón que permite a los visitantes observar la tumba del soberano.
Una bandera por cada provincia, en homenaje a todos los que participaron en la Marcha Verde, el 6 de noviembre de 1975 adornan el mausoleo. Hassan II decidió construir una mezquita al lado del mausoleo, para que la gente del barrio pudiera ir al templo a rezar. El soberano devolvió a esta colina el carácter sagrado de gran santuario musulmán que tuvo antiguamente.
Detrás de la mezquita se proyectaron unos jardines parecidos a los de la Alhambra, para recordar los vestigios históricos andaluces.

Este minarete fue proyectado para superar la altura de la Koutoubia y de la Giralda. Al no estar terminado, su silueta resulta pesada. De planta cuadrada, cada lado mide 16,20 m.
La torre tiene una altura de 44 m. Si se hubiera terminado, mediría 80 m de altura.
Los muros tienen un grosor de 2,50 m., construidos con grandes sillares de color ocre.

Rabat, también conocida como la “Ciudad de los Jardines”, es la capital administrativa de Marruecos. Una ciudad moderna y tradicional, nos abre sus puertas para que podamos conocer más acerca de su cultura ancestral y actual. La ciudad está rodeada de coloridas laderas, montañas y por supuesto, sus tan armoniosos jardines que impresionan hasta a los gustos más exquisitos.

Conozcamos un poco más acerca de la ciudad en sí misma. Rabat se encuentra a 280 km. de Tánger y desde 1912, es la capital de Marruecos. Fue fundada en el siglo XII, en el mismo lugar donde se encontraba una fortaleza del siglo X.

Está rodeada por almenas que datan del mismo siglo de su fundación y se puede apreciar una gran cantidad de “souks” (mercados), en los cuales podrás encontrar una gran variedad de artesanías. La ciudad es muy espaciosa y posee una excelente oferta de hoteles y restaurantes, al igual que hermosas playas aledañas.

Es cierto que la metrópolis es muy bulliciosa, pero también presenta una predominante huella del pasado y clara muestra de su cultura.

El guía nos llevó por unas callejuelas que desembocaban en un precioso mirador desde donde se veía la parte antigua de la ciudad y el estuario. Por supuesto con el consiguiente té y pastas, que luego ofrecían para la venta.


La pena fue el tiempo. No había luz para las fotos, aunque reducía muchísimo la sensación de calor.





Y de Rabat a Tánger. Empezamos por la Gran Mezquita.
A veces pienso si la prohibición que recae sobre el 99% de las mezquitas de Marruecos y que impide la entrada a los no creyentes no será un gran acierto. Por un lado fastidia, está claro, sobre todo a los curiosones, como yo que necesitamos tener una visión completa de todos los rincones de cualquier sitio que visitemos. Pero claro si lo vemos desde el lado opuesto aparte de tener un carácter de respeto al culto musulmán, contribuye a mantener el misterio que parece envolver a toda la ciudad de Tánger.











Así que debemos quedarnos con el regusto que nos deja la visita sólo exterior del templo y su azarosa historia, ya que resulta que el terreno fue ocupado por varias civilizaciones durante generaciones. Se cree que en un principio fueron los romanos, ya que en ella se hallaron varios restos del capitolio, y de su antiguo templo dedicado a Hércules. También fue ocupada por los portugueses durante su protectorado, siendo en aquella época la Iglesia del Espíritu Santo.
A finales del siglo XIX, la edificación fue reconstruida creando así la mezquita de tipo alawita que podemos ver en la actualidad, con sus contrastes entre el blanco calcáreo de sus paredes, el verde de sus puertas y la madera de su artesonado.









Coincidió mi visita con la Fiesta del Cordero...


¿Ventajas? Las tiendas estaban cerradas y teníamos más tiempo para hacer visitas hasta que abrieran pasado el mediodía. ¿Desventajas? Las tiendas estaban cerradas y eso para una mujer, mejor dicho para cuatro, es un pecado. Así que aproveché su desconcierto ante la perspectiva de irse de Marruecos sin poder lanzarse como posesas a comprar cachivaches miles, para llevarlas a conocer un poco la ciudad.








Y una ciudad es sus calles, más que sus monumentos o sus tiendas. La miles que componen Tánger se resumen, sin duda, en las de su Medina y su Zoco, las que tienen el sabor de lo añejo y esconden los secretos de los espías que las recorrieron, o las vivencias que Paul Bowles imprimió en sus libros cálidos pero intrigantes. 








Calles con cafés donde durante décadas se contempló el ir y venir de personajes históricos y anónimos, zocos en los que comprar frutas secas y secretos de estado, puestos de olvidados artesanos donde adquirir unos zapatos únicos en el mundo hechos delante de tus ojos con todo el amor que sólo alguien que sabe que su profesión desaparece puede poner.







También las calles son olores y sabores, son paseos por el parque Mendoubia con su árbol banyan que presume de tener ochocientos años, o los cañones que defendían o atacaban según se terciase, las mercancías que llevaban sus barcos. Para quien sepa árabe, buena ocasión para practicarlo será la lectura del discurso del Rey, grabado en mármol y localizado en el centro del parque.


Y bueno, creo que estas chicas se merecen un ratito de compras, por no romper la tradición....

Lo que suele ocurrir cuando uno se mete a investigar en un jardín como el que ahora nos ocupa, es que encuentre sorpresas de lo más inesperadas.


Cuando vi el cartelito de la foto, pensé que se trataba de la típica iglesia colonial de estilo neotudor o neogótica que los ingleses gustaban tanto de levantar en los territorios donde querían sentar sus reales.








Pero no, se trata de un caso extrañísimo de asimilación cultural y artística que no es muy propia del pueblo británico.
En lugar de enfrentarme a una masa pétrea y fría, acabada en una torre mocha o en punta, me deleité con una construcción de delicioso sabor árabe, blanca como la leche y con un precioso artesonado sobre la entrada. Aunque estaba cerrada, pude imaginar, y luego lo constaté en fotos, el choque visual entre la iconografía cristiana y la arquitectura musulmana.





Pero lo que más me impresionó no fue la iglesia, sino el cementerio que literalmente la rodea. Bajo sus lápidas de formas y estilos variados, que van desde 1880 hasta hace un par de décadas, están enterrados todos aquellos británicos que vivieron en Tánger y tuvieron un papel importante en su vida social. Desde periodistas del Times, pasando por espías que a cientos habitaron el Tánger de entreguerras, militares destacados con sus familias aquí, hasta la de Emily Keene, muerta en 1944 y que introdujo la vacuna contra el cólera en Marruecos, gracias a que estaba casada con un personaje de gran importancia en el gobierno del país.
No se trata de un cementerio tétrico, muy al contrario, respira tranquilidad absoluta, como queriendo ser un oasis momentáneo para la eternidad en el centro de la actividad tangerina.
Una calle empedrada nos separa de la Avenida Mohamed, en el barrio de Marshan, en lo más alto y selecto de Tánger, para llevarnos, rodeados de columnas romanas colocadas al alibí, hasta un lugar único.







Único por dos motivos, primero y más importante, por albergar una necrópolis compuesta por 98 tumbas, de las que más de 50 están talladas en artesón en la roca. Aquí se han hallado utensilios de tradición púnica y neopúnica, y también objetos romanos de diferentes épocas. La última fase de la ocupación de las necrópolis se remonta a finales del siglo IV d.C.






Y segundo porque constituye un lugar de encuentro y de convivencia social, ampliamente frecuentado tanto por los habitantes de la ciudad, como por los que como yo, somos foráneos pero queremos disfrutar de una vista maravillosa de la costa marroquí vecina de la española.








La gran rotonda, convertida en plaza por obra y gracia de los urbanistas tangerinos, debe su nombre a la visita que hizo Mohamed V a la ciudad para proclamar la independencia de las ciudades del Norte y la unificación del país. Y ahí acaba su historia.










Sin embargo la plaza actúa como centro neurálgico de Tánger por varias razones: por ella se accede a la Medina Vieja atravesando la puerta de Bab el Fahs, quizá la más conocida si se viene del interior del país; está rodeada de edificios de gran valor cultural, como un cine en estilo art nouveau de clara ascendencia francesa o una mezquita espectacular con un reloj dorado muy hermoso; finalmente, al ser nudo de comunicaciones, marca el final de la ciudad antigua y da paso a la nueva, ya que de ella parten varias calles que llevan a las carreteras que salen de Tánger.
Quizá lo menos acertado sea la gran fuente de mármol, muy ostentosa para mi gusto pero que seguro llena la vista de los tangerinos.





Y seguimos nuestro camino por el país.

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