miércoles, 4 de mayo de 2016

Saudades de Portugal (II). Recorriendo Lusitania (II)

Salimos de Guimaraes...

...pasando por el embalse do Alto Rabagao...

...hasta Chaves, donde nos detuvimos para admirar la Torre del Homenaje, resto único del castillo del rey Dom Dinis, que funciona ahora como museo militar de armas antiguas, armaduras, recuerdos de la Primera Guerra Mundial y las más variadas contiendas coloniales.

Sin duda la mejor vista de la pequeña población se obtiene desde la otra orilla del río Támega, ya que disfrutaremos de la hermosa visión del puente romano del siglo I, y el conjunto del casco histórico.

Braganza nos recibe con un precioso núcleo medieval encajado dentro de un doble cinturón de murallas de 660 metros de perímetro defendido por dieciocho torreones.

Quien visita la ciudad lo hace atraído por esos aires medievales que parecen envolverla y sobre todo para acercarse hasta la llamada Domus Municipalis, antiguo punto de reunión de los mandatarios de la antigua Bemquerença que permanece inalterable al paso de los años. Es el ayuntamiento más antiguo de Portugal y único edificio civil medieval conservado entero en toda la península ibérica. Sus sólidos muros de piedra, su preciosa galería de estrechos arcos, sus ménsulas talladas y la peculiaridad de que bajo su suelo se ubicó una cisterna para abastecer de agua a todo el pueblo, hacen de él una visita inexcusable en el centro del casco histórico.

El siguiente punto de nuestro recorrido será Braga, importantísima ciudad en el ámbito histórico, económico y artístico. 
No debemos dejar de ver el delicado Palacio do Raio o "del Mexicano" como mejor se la conoce por los aires indianos que mezclan su fachada de rocalla y azulejos de infinitos tonos azules. Este edificio que en su día fue residencia de una rica familia de mercaderes y luego hospital, es ahora un completo museo de Arte Sacro que refiere inevitablemente a su propietaria actual, la Santa Casa de Misericordia de Braga.

No muy lejos se encuentra el Palacio episcopal, un complejo de varias construcciones y un enorme patio donde se yergue una delicada fuente dedicada a Santa Bárbara.

Continuamos hacia Amarante, donde hacemos un alto para visitar la Praça da Igreja de Sao Gonçalo. A la derecha se puede apreciar la Varanda dos Reis, un corredor porticado de cinco arcos, a cuyas columnas están adosadas cuatro estatuas que corresponden a los cuatro reyes que ocuparon el trono de Portugal durante el tiempo que se invirtió en construir el edificio.

En esta población, el Támega deja esta espectacular imagen donde naturaleza y arquitectura parecen fundirse, pasando bajo el Puente de Sao Gonçalo, construido a finales del siglo XVIII y que ocupa el lugar de un primitivo puente medieval.

En los alrededores de la población de Vila Real encontramos el llamado Solar de Mateus, que desde el siglo XVII ha sido sinónimo de elegancia y audacia arquitectónica.

La fachada del palacio es un conjunto armonioso en el que destaca la doble escalinata con balaustrada que conduce a la puerta principal. Como contrapunto a esta elevación, todas las esquinas del edificio están adornadas con pináculos. Muchos visitantes acuden a la propiedad pensando que es aquí donde se produce el famoso y aromático vino Mateus, cuando en realidad la marca utiliza tan sólo la imagen del palacio y su nombre. 

Visitamos ahora otra de las grandes ciudades portuguesas, Porto u Oporto, como ustedes prefieran. 
La mejor vista la obtendrán desde lo alto de la Torre de la iglesia dos Clérigos, tras subir los 222 escalones que llevan hasta el mirador situado a 76 metros de altura. Desde esta vista de pájaro podemos apreciar  el Paço da Bolsa, Sao Bento y Misericordia. Al fondo, el río Douro.

 Por el contrario, la vista desde lo alto de la Sé Catedral nos da una visión completamente diferente que incluye la Torre donde subimos anteriormente y que es la más alta de Portugal.

Desde el Puente de María Pía, con su enorme arco de 354 metros, diseñado por Gustave Eiffel disfrutamos de esta vista del río Duero, vital para los tripeiros, que así se llama popularmente a los habitantes de Porto. 

El puente, construido enteramente de metal, se acabó de construir en 1877 y por el transcurre una vía de tren que se eleva 61 metros sobre las aguas del río.

Auténticas reliquias de un pasado no muy lejano, y hoy poco más que atracciones para turistas, los rabelos son barcos tradicionales de la ciudad que eran utilizados tradicionalmente para llevar las barricas de vino de Oporto desde los viñedos hasta las bodegas de Vila Nova de Gaia.

Los barcos salen desde el puerto de Ribeira y atraviesan todos los puentes de la ciudad, llegando hasta la desembocadura del Duero en el Atlántico. Estos paseos son los conocidos como "Cruceros de los Seis Puentes".

Y no nos separamos del agua ni de los barcos, ya que damos un salto a Aveiro, la llamada Venecia de Portugal debido a la cantidad de canales que dividen su centro y que conducen hasta el océano. La imagen más típica la dan los coloridos y preciosos moliceiros.

Estas embarcaciones se construyeron hasta el siglo pasado para la recogida y transporte del moliço, una planta acuática del fondo de la ría, que posteriormente se secaba al sol y se utilizaba como abono para transformar los terrenos arenosos y estériles de las orillas en productivas tierras agrícolas.
Llaman la atención sobre todo por sus proas y popas decoradas en colores vivos que ilustran situaciones diarias de contenido religioso, profesional o festivas, con un punto humorístico y un texto únicos para cada una de ellas.

En la costa encontramos Peniche, y desde el acantilado de Cabo Carvoeiro disfrutamos de la vista de la Nau dos Corvos, un islote desgajado donde moraban los cormoranes o corvos marinhos. 

 Tierra adentro hacemos una parada en Obidos, población medieval que muchos comparan con la silueta de un barco imaginado por un pintor cubista, remozada en colores pastel azules y amarillos y cuyas murallas refulgen como un cinturón dorado al caer la tarde.

Su castillo, hoy convertido en pousada histórica, vendría a ser el puente de mando de ese barco imaginario que señorea sobre el conjunto de un casco antiguo de valor incalculable.

 Los jardines desbordan de buganvillas que van desde el encarnado al fucsia. Las calles y callejas, tortuosas y empedradas, suben y bajan zigzageando flanqueadas por casas solariegas barrocas.

Alegran el encantador pueblo sus blancas casas encaladas, con listas amarillas y azules, balcones floridos y bonitas cortinas de encaje en las ventanas. El lugar es tan antiguo que ya se enamoró de él la reina Isabel de Aragón, esposa del rey poeta Dom Dinis y la recibió como regalo de boda de su marido. 

Costeando hacia el sur encontramos Nazaré, precedida por la preciosa playa del Norte, de buena arena y que cuenta con dunas y pinares.

En lo alto del suave acantilado encontramos la Capela da Memoria. Erigida para recordar la leyenda según la cual la Virgen salvó a un caballero, que perseguía un ciervo, de caer por un precipicio. 

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